En un análisis profundo sobre la eutanasia, Gabriel Zamora Salinas, médico cirujano y experto en salud pública, aborda el dilema ético que rodea el derecho a morir dignamente. A través de su experiencia y reflexión en la bioética, Zamora resalta la importancia de respetar la voluntad del paciente, reconociendo su autonomía como un principio fundamental en la práctica médica. Expone que la eutanasia, en sus distintas formas, ya sea activa, pasiva o indirecta, surge como una opción frente a enfermedades incurables cuando los tratamientos no logran mitigar el sufrimiento. Además, plantea que la medicina debe permitir a los pacientes decidir el momento de su muerte cuando la calidad de vida es insostenible.
En su reflexión, destaca la necesidad de un enfoque ético y humano, sugiriendo que, si bien los avances médicos han logrado prolongar la vida, se debe valorar la autonomía del paciente, permitiéndole tomar decisiones sobre su muerte. Zamora también menciona la importancia de las directivas anticipadas, que, aunque no siempre tengan validez legal, sirven como una herramienta para que el paciente exprese su deseo de no ser sometido a tratamientos terminales. Finalmente, invita a la sociedad a promover valores como el respeto, la dignidad y la solidaridad, fundamentales en la construcción de una cultura que valore tanto la vida como la muerte digna.
Articulo
Valor de la muerte digna: La Eutanasia
Por Gabriel Zamora Salinas.
Médico Cirujano Universidad de Chile.
Magister Salud Pública Universidad de Valparaíso
Director Magister Salud Pública. Mención Gestión en Salud Facultad de Medicina Universidad de Valparaíso
La muerte siempre ha sido un hecho inesperado y muy desagradable y probablemente siempre lo será, es inconcebible pensar en el final de nuestra existencia y ese final siempre lo atribuiremos a una intervención de algo malo que viene desde fuera de nosotros mismos, de hecho, no se concibe la muerte como un hecho propio de la vejez. Para muchas personas es un acontecimiento terrible y aterrador, de ahí entonces el miedo a morir sea muy difícil de controlar.
Los antiguos hebreos consideraban el cuerpo como algo impuro y que no había que tocar, y aún se sigue esa creencia en la religión judía, los pueblos indígenas disparaban flechas al aire para espantar los malos espíritus de la muerte, incluso los rituales militares de disparar salvas en el funeral, más que un último saludo, simbólicamente expresa lo mismo que el ritual indígena.
Parece de lógica elemental pensar que el desarrollo del conocimiento científico y el avance de las ciencias médicas haya provisto a la sociedad de la capacidad de asumir la llegada de este acontecimiento inevitable, sin embargo, en lugar de eso tratamos de evitar que la muerte ocurra con paz y dignidad en el propio hogar.
Vivimos una época en que la medicina ha logrado controlar las enfermedades infecciosas que diezmaban a la población, es la época de la llamada transición epidemiológica, desde las enfermedades transmisibles, o infecto contagiosas, a las no trasmisibles, o crónicas y hereditarias. Las personas viven más y envejecen con altas probabilidades de tener enfermedades crónicas y malignas.
Cuando una persona está gravemente enferma se le trata como alguien sin derecho a opinar, quien toma las decisiones es otra persona, se nos olvida que la persona enferma tiene sentimientos, deseos y opiniones y sobre todo tiene derecho a expresar su voluntad y ser oída.
El imperativo ético de respeto a los derechos de las personas que hoy se plantea con mucha fuerza en la sociedad contemporánea, surge en 1972 cuando Van R. Potter, un oncólogo clínico empezó a cuestionar el concepto de progreso humano basado en el modelo científico tecnológico y a preguntarse hacia dónde este modelo estaba llevando a la cultura occidental.
A partir de sus reflexiones como científico experimental y clínico generó el neologismo Bioética como la aplicación de la ética a toda la vida, postulado que desarrollo en su libro “Un puente hacia el futuro” con dos direccionamientos, la bioética médica y la bioética ecológica.
La dimensionó como una aproximación multi o interdisciplinaria, para lograr una ciencia de supervivencia y enfatizar que los dos elementos más importantes, eran el conocimiento biológico y los valores humanos. Enfatizando que la ética no puede ser separada de los hechos biológicos.
Hay cuatro principios fundamentales en bioética y que pueden ser aceptados fácilmente por las personas de mentalidad pluralista y civilizados, aún cuando tengan diferente formación filosófica, estos principios éticos comunes son autonomía, beneficencia, no-maleficencia y justicia.
Las distintas culturas han desarrollados ritos de paso tanatológico para ayudar a bien morir. Muchos pueblos utilizaron drogas, vino, derivados del opio, hierbas que contienen estricnina, etc., para que los moribundos perdieran la conciencia y murieran en paz. Otros utilizaron métodos como el incienso y humos, que hacían perder la conciencia y acababan poco a poco con la vida. Hay culturas que tenían procedimientos psíquicos, el anciano se despedía de su tribu, se retiraba a un lugar apartado y se disponía a morir, consciente de que le había llegado la hora de morir.
No hay una distinción clara entre matar y dejar morir, a veces se acepta el asesinato como método eutanásico, se humaniza el proceso de morir evitando en lo posible el sufrimiento, como ocurre al rematar los heridos de gravedad que quedan en los campos de batalla.
Al nacer la medicina en Grecia, surge como una ciencia eutanásica, según Platón los hijos de Asclepio debían “establecer un cuerpo médico que cuiden de los ciudadanos que tengan bien constituidos cuerpo y alma, pero que en cuanto a los demás, dejen morir a aquellos cuya deficiencia radique en sus cuerpos, o condenen a muerte ellos mismos a los que tengan un alma naturalmente mala e incorregible “.
La Eutanasia es la aceleración del proceso de muerte en respuesta al deseo del afectado, lo puede solicitar directamente o a través de una representación validada por ley. En el contexto de una enfermedad incurable, cuyos padecimientos la medicina no pueda mitigar adecuadamente, la eutanasia aparece como una opción para paliar estos sufrimientos provocados por la enfermedad.
Se describen diversas formas de Eutanasia:
1. Eutanasia activa, cuando el médico emprende acciones que desencadenan la muerte.
2. Eutanasia pasiva donde se evitan medidas terapéuticas que prolonguen la vida. Las medidas omitidas deben ser de carácter extraordinarias o desproporcionadas.
3. Eutanasia indirecta consiste en efectuar procedimientos terapéuticos que tienen como efecto secundario la muerte (sobredosis de analgésicos).
En definitiva, corresponde a toda acción u omisión que permite, acelera o provoca la muerte de un paciente terminal.
Otras formas descritas como la eutanasia involuntaria, sin que medie la voluntad del paciente o el suicidio asistido no corresponde a la definición de Eutanasia.
Incluso acordar suspender todo tratamiento cuando ya se ha instalado el proceso de muerte, tampoco constituye un acto eutanásico ya que falta la voluntad explícita y ratificada del paciente.
La autonomía de los pacientes permite tener una visión distinta de la eutanasia, todo hombre es propietario y responsable de su muerte, las enfermedades mortales poco a poco van expropiando el cuerpo, hasta acabar con él, cuando los pacientes son sometidos a procedimientos técnicos y asistenciales de soporte vital, por ejemplo, en las Unidades de Cuidados Intensivo se incrementa el sentimiento de expropiación, y muchos enfermos de ser advertidos preferirían morir a sobrevivir de esa manera.
Se cuestiona y relativiza la acción del médico de hacer todo lo posible, aún contra los deseos del paciente, por impedir o postergar la muerte. La aceptación de medidas eutanásicas se basa en el derecho del paciente de decidir y ser apoyado en su propósito de abandonar la lucha por la vida, cuando ello implica padecimientos que no se siente dispuesto a afrontar y que la medicina no logra paliar adecuadamente.
Cuando el paciente manifiesta en forma clara su deseo de que se le deje morir, omitiendo o suspendiendo todo tratamiento, se produce un evidente conflicto en el médico, por una parte debe asumir el derecho de su paciente a su decisión autónoma y por otra parte con su propia misión de conservar la vida de su paciente.
Hay situaciones donde el paciente está incapacitado de tomar decisiones y ha dejado un testimonio previo de su deseo de no recibir tratamientos terminales o resucitaciones, ni de ser estabilizado en un estado de discapacitación masiva. Este documento llamado directiva anticipada, testamento moral y/o contrato de Ulises, es respetado convencionalmente pese a que no tiene validez legal alguna. Por otra parte, una forma más indirecta de manifestar el deseo de morir, es hacerlo mediante el testimonio de parientes o representantes legales, quienes dicen interpretar los deseos del paciente en base a conversaciones previas con el paciente, es un petitorio con fundamento muy débil porque son testimonios indirectos que pueden estar distorsionados por intereses de los testigos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclama la igual dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana, siendo el primer derecho del hombre es el ser reconocido como tal y que el hombre no puede ser tratado como un objeto de la ciencia. La dignidad humana implica el respeto del otro en su singularidad y su identidad cultural y genética, este principio marca el limite entre civilización y barbarie, de ahí entonces que la Declaración condena los actos de barbarie que hacen que la conciencia de la humanidad se rebele.
El cuerpo humano es de una realidad de características sumamente paradójicas. Por una parte, somos nosotros mismos, pero por otra parte es algo ajeno a nosotros mismos. Surgen interrogantes como: ¿Somos dueños de nuestro cuerpo? ¿Podemos hacer con él lo que queramos?…
Una teoría considera que el hombre tiene dominio imperfecto sobre su cuerpo y que la vida es un regalo de Dios, sobre el que no tiene el dominio. La vida humana es sagrada, la naturaleza humana es inviolable, toda mutilación es antinatural y sólo se justifica si es en beneficio del todo.
Otra tesis afirma que el cuerpo es de dominio privado, el hombre se considera como señor de sí mismo. El cuerpo y la vida pasan a ser propiedades de las que se puede disponer, bajo la concepción filosófica liberal y ética individualista.
Finalmente, la teoría de dominio público considera la existencia de un cuerpo biológico y otro social, un sentido ético social en el dominio del cuerpo humano y en la concepción individual del respeto a la vida.
Ciertamente que la reticencia legal frente a la eventual aceptación de medidas eutanásicas se basa en el temor al abuso y la pérdida de control social del acto de dar muerte a un ser humano. Al medicalizarse la muerte del ser humano, deja de ser un dominio conceptual del colectivo social.
Finalmente, los individuos y grupos sociales tienen la obligación de promover valores que fomenten el respeto de los seres humanos, la solidaridad, la dignidad, el amor a la vida, el sentimiento humanitario, y la responsabilidad ciudadana frente el egoísmo o al bienestar individual.