¿Deben ser considerados terroristas los líderes del crimen organizado? Esta pregunta, planteada por Donald Trump, cobra vigencia tras el hallazgo de un campo de exterminio narco en Teuchitlán, México. Iván Witker, investigador CISO, aborda este tema en su reciente columna en El Líbero, proponiendo una reflexión profunda sobre la brutalidad narco y sus implicancias geopolíticas.
Witker parte del contexto histórico y político de la relación entre EE.UU. y México, marcada por una complejidad estructural, ambigüedades y la coexistencia de intereses comunes con fricciones permanentes. A esto se suman cuatro factores que tensan aún más esa relación: drogas, migración, lavado de dinero y tráfico de armas. Para el autor, el pragmatismo entre ambas naciones —que alguna vez permitió acuerdos informales y entendimientos diplomáticos— está siendo superado por la realidad brutal que imponen los carteles.
La columna describe cómo el narco ha erosionado la institucionalidad mexicana al punto de competir con las fuerzas armadas en número y poder territorial. Se estima que un tercio del país está bajo control criminal y que más de medio millón de personas trabajan directa o indirectamente para el narcotráfico. Las cifras son alarmantes: más de 60 mil asesinados o desaparecidos durante el sexenio de AMLO, 47 periodistas asesinados y una violencia que ya condiciona los procesos electorales con asesinatos de candidatos en distintos niveles.
El descubrimiento del sitio de exterminio en Teuchitlán, según Witker, es una evidencia clara del “narco-brutalismo”, un fenómeno que representa prácticas de barbarie más propias de regímenes totalitarios o escenarios de guerra. El término conecta con una estética de lo descomunal y brutal, como en la arquitectura brutalista, y sugiere que México se enfrenta a una amenaza que desborda cualquier marco convencional de seguridad pública.
Witker advierte que esta situación se está replicando en otros países de la región, que ven en el modelo mexicano un espejo inquietante. El narcotráfico no solo mata, también sabotea la participación ciudadana, inhibe a las policías y silencia a los medios. Esto, en definitiva, debilita la democracia desde sus cimientos.
Frente a este escenario, Witker plantea que tratar al narco como terrorismo no es solo una provocación de Trump, sino una posibilidad que urge discutir con seriedad. Si el Estado ha sido superado, ¿qué otras categorías políticas y jurídicas nos quedan?
Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/es-posible-hacer-algo-con-los-narco-brutalistas/