La capacidad de una administración para gestionar crisis no solo depende del carisma o habilidad política del gobernante, sino también de la calidad y efectividad de la asesoría presidencial que le da apoyo. En los recientes episodios, como el caso del exsubsecretario Manuel Monsalve y las denuncias que involucran al presidente Gabriel Boric, han surgido preguntas fundamentales sobre el papel de los asesores en momentos críticos. Estas situaciones han dejado al descubierto importantes déficits en la gestión de crisis, donde la estrategia reactiva y las decisiones cuestionables han comprometido la credibilidad del gobierno.
En el caso de Monsalve, la tardanza y falta de claridad para enfrentar graves acusaciones contra el subsecretario del Interior evidenciaron falencias en el manejo político y comunicacional de la crisis en La Moneda. Más recientemente, la denuncia presentada contra el presidente Boric, aunque jurídicamente cuestionable, ha generado un revuelo que La Moneda no supo contener con claridad ni controlar los efectos de la crisis. En ambas ocasiones, se percibe un vacío estratégico por parte de los asesores presidenciales, quienes han fallado en proveer respuestas claras, oportunas y técnicamente fundamentadas. La efectividad del asesoramiento presidencial se puso en duda nuevamente.
Carlos Matus, en sus trabajos sobre gestión de gobierno, advertía sobre los problemas recurrentes de la asesoría presidencial en América Latina, particularmente en contextos de crisis. Según Matus, uno de los errores más comunes es el predominio del “apoyo cálido” por sobre el “apoyo frío”. El primero se refiere al respaldo emocional, la cercanía y el refuerzo de las intuiciones del líder, mientras que el segundo se enfoca en análisis técnicos, datos objetivos y propuestas que pueden ser difíciles, pero necesarias. En palabras de Matus, el exceso de apoyo cálido termina por crear burbujas de protección alrededor del gobernante, aislándolo de la realidad y debilitando su capacidad de decisión.
En los casos mencionados, parece haber prevalecido un enfoque de contención política y emocional, donde la preocupación principal ha sido proteger la imagen del presidente y su círculo cercano, más que enfrentar los problemas con un análisis tecnopolítico robusto. La falta de un plan de acción claro en el caso Monsalve y los errores en desactivar la narrativa de la denuncia contra Boric reflejan una deficiencia en el “apoyo frío” que debe proporcionar una asesoría de calidad. Los críticos argumentan que la respuesta gubernamental ha sido lenta o inadecuada, lo que pone en tela de juicio la preparación y competencia de los asesores.
Un costo político en La Moneda
Además, estos episodios reavivan un debate más amplio sobre la profesionalización de la asesoría presidencial en Chile. Si bien el entorno político exige lealtad y confianza, esto no debe ser a expensas de la capacidad técnica ni de la independencia crítica de los asesores. El diseño de estrategias de manejo de crisis requiere equipos multidisciplinarios que combinen habilidades comunicacionales, jurídicas y políticas con un enfoque estratégico que anticipe escenarios y mitigue riesgos.
El problema se agrava cuando la crisis no solo afecta a La Moneda, sino también a la percepción pública sobre la capacidad del Estado para responder con eficiencia. En el caso Boric, la narrativa se aprovechó en sectores opositores para cuestionar su liderazgo, lo que demuestra que las falencias en la asesoría presidencial tienen un costo político significativo.
La lección que dejan estos episodios es clara: el liderazgo presidencial no puede sostenerse únicamente en la intuición ni en la lealtad de un círculo cercano. Eso es en definitiva lo que ha ocurrido hasta ahora cuando observamos las biografías y trayectorias (donde predominan los amigos) del equipo que asesora al presidente. La complejidad de las crisis actuales exige una asesoría integral que combine apoyo emocional con análisis técnico. Es necesario incorporar herramientas de planificación estratégica y manejo de crisis que prioricen la toma de decisiones basada en datos, anticipen las consecuencias y establezcan respuestas contundentes.
En última instancia, fortalecer la calidad del “apoyo frío” en la asesoría presidencial no es solo una cuestión de eficiencia administrativa, sino de responsabilidad democrática. Gobernar en contextos de crisis implica no solo superar los problemas inmediatos, sino también proyectar confianza y solvencia institucional frente a la ciudadanía. Esto, como nos enseñó Matus, solo es posible cuando el apoyo cálido se complementa con el rigor y la objetividad de un apoyo frío técnicamente sólido.