“La mano invisible regulará el mercado”, versa el tradicional adagio de la economía liberal, expresando que el sector privado sin necesidad de intervención estatal es capaz de conseguir el mayor beneficio para la mayor cantidad de personas. Sin embargo, esta frase no incluye en la ecuación un factor fundamental para las empresas: la confianza que las personas tengan en ellas.
Un estudio realizado por el académico de la Federmann School de Políticas Públicas y Gobierno de la Hebrew University de Jerusalén, Libby Maman, encontró que a pesar de todos los esfuerzos por buscar modelos regulatorios más laxos para que la economía sea más dinámica, estos influyen negativamente en la confianza que los ciudadanos tienen respecto de los actores del mercado, afectando aspectos fundamentales como la imagen corporativa de las empresas.
Se trata de conclusiones que podrían tener reverberación en la situación regulatoria del mercado nacional, teniendo en cuenta el gran número de escándalos empresariales que han sido descubiertos muy tarde y sólo cuando uno de los privados implicados se vio perjudicado y decidió destapar los hechos ilegales o irregulares.
El estudio, denomindado Varieties of regulatory regimes and their effect on public trust, se hizo a través de dos encuestas en muestras representativas del pueblo israelí, de manera que los encuestados tuvieron que entregar su percepción de confianza sobre una hipotética empresa Fintec con acceso a las cuentas bancarias personales de estas personas.
En el ejercicio se midió la confianza de los encuestados según si a dicha empresa se le aplican tres modelos regulatorios diferentes: uno completamente desregulado, otro en el que los distintos actores del mercado tengan la obligación de autorregularse, y por último un modelo estatal de regulación.
El estudio consiguió determinar que el nivel de confianza en la empresa aumentaba a medida que la regulación es estatal y más estricta, de manera que incluso dentro de la regulación estatal, los encuestados prefirieron regulaciones del tipo C&C (Command and Control), regulación de tipo legalista aplicada a distintas industrias en las que el Estado establece de manera estricta lo que se puede hacer o no.
Al mismo tiempo, el estudio encontró que los ciudadanos preferían una regulación estatal un poco menos estricta basada en promesas de los gobiernos, cuando la confianza en esos gobernantes era lo suficientemente alta.
Entre las conclusiones del estudio se señala que “la disposición de los consumidores a colocarse en una posición vulnerable y confiar en este mercado depende tanto del diseño de la regulación como de su confianza en el regulador”, de manera que la capacidad de los gobiernos para implementar regulaciones menos punitivas dependen de la confianza que la ciudadanía tenga sobre el regulador.
En este sentido, un regulador que no genera la confianza necesaria se verá forzado a utilizar regulaciones con enfoques muy restrictivos, lo que podría restar dinamismo a la economía.
Otra de las conclusiones del estudio señala que “contrariamente a la creencia popular, la regulación puede poner tanto a los actores del mercado como al público del lado de los ganadores de la regulación”, de manera que el supuesto de que menos regulación es mejor no está lo suficientemente teorizado.
“En muchos contextos donde el conocimiento público sobre la integridad y competencia de los actores del mercado es limitado, como en el sector de la banca abierta y tecnología financiera, una mayor regulación puede significar más confianza en el mercado”, agregaron los autores.
