Una de las tantas consecuencias negativas de la desigualdad económica es que esta se transforma en desigualdad en el acceso al poder político. En buena parte de las democracias occidentales, los ricos disfrutan de mayores grados de influencia política. Con ello, pese a que su voto vale lo mismo que el de cualquier ciudadano, su mayor capacidad económica se traduce así en mayor capacidad para que las políticas públicas tomen la forma que los favorezcan. Con ello, refuerzan las condiciones que generaron la desigualdad en primer lugar.
No obstante, hay algunos países que han llevado a cabo políticas públicas que restringen este tipo de influencia económica, abriendo paso a un tipo de influencia social más relacionado con los niveles de educación.
Es lo que analiza el cientista político noruego Ruben B. Mathisen de la Universidad de Bergen, en su publicación «Affluence and Influence in a Social Democracy» (https://www.cambridge.org/core/journals/american-political-science-review/article/affluence-and-influence-in-a-social-democracy/FD192F1E816837370E231BAAA8A6193B). En él, busca entender cómo se configura el poder en sociedades consideradas más igualitarias. A través de su investigación, Mathisen busca poner luz sobre la compleja relación entre el estatus económico, la educación y el impacto en la formulación de políticas públicas.
Para Mathisen, la influencia política se define como la capacidad de individuos o grupos para moldear la política pública y los procesos de toma de decisiones en una sociedad. Esta influencia, que se manifiesta en la capacidad de incidir en decisiones y resultados políticos, puede ejercerse directa o indirectamente por medio de lobby, contribuciones a campañas electorales o la opinión pública.
Sin embargo, el autor señala que no en todos los países esa influencia política de la riqueza se da con la misma intensidad. Para analizarlo, compara la situación que él ve de Estados Unidos, con la de Noruega, un país que ha sido reconocido por sus bajos niveles de desigualdad en un contexto de democracia liberal. Según el autor, en el país nórdico, la relación entre la riqueza y la política es menos pronunciada que en países como Estados Unidos, debido a su democracia social con bajos niveles de desigualdad de ingresos y regulaciones estrictas en el gasto de campañas.
El estudio revela que, aunque en Noruega las políticas tienden a favorecer las preferencias de los más privilegiados, la influencia no depende exclusivamente de la capacidad económica. La educación emerge como un determinante crucial de la influencia, sugiriendo que el acceso a recursos educativos podría ser clave para equilibrar la balanza de poder.
El estudio revela que, aunque en Noruega las políticas tienden a favorecer las preferencias de los más privilegiados, la influencia no depende exclusivamente de la capacidad económica. La educación emerge como un determinante crucial de la influencia, sugiriendo que el acceso a recursos educativos podría ser clave para equilibrar la balanza de poder.
Educación versus riqueza
La investigación subraya que las políticas públicas noruegas reflejan parcialmente las preferencias económicas de los menos afortunados y están asociadas con las preferencias de los altamente educados. Esto indica que la influencia política no tiene por qué estar reservada exclusivamente para los afluentes.
«Los resultados de la investigación sugieren que la influencia en Noruega no depende únicamente de la riqueza, a diferencia de Estados Unidos», señala. «El nivel educativo parece ser el determinante más importante de la influencia política».
Utilizando un conjunto de datos original sobre la opinión pública y la política pública que contiene 603 cuestiones específicas a lo largo de cinco décadas en Noruega, Mathisen examina el impacto de diferentes grupos de ingresos en los resultados políticos. Sus hallazgos desafían la noción de que la influencia está solamente ligada a la riqueza, particularmente en comparación con Estados Unidos, y destacan la importancia de la educación como un factor más significativo en la determinación de la influencia política.
Las conclusiones del estudio apuntan a que, a pesar de que los ciudadanos acomodados en Noruega poseen más influencia política que el ciudadano promedio y los pobres, las preferencias de estos últimos también tienen cierta incidencia en temas económicos. Estos resultados sugieren que la influencia en Noruega no depende únicamente de la riqueza. El estudio enfatiza la importancia de considerar el efecto combinado del ingreso y la educación en la receptividad de las políticas. La educación, por sí sola, es suficiente para ver reflejadas las preferencias de uno en la política, mientras que el ingreso debe estar acompañado de cierto nivel educativo.
“Reducir el nivel inicial de desigualdad económica, restringir el uso del dinero para influir en las elecciones y reforzar las fuerzas compensatorias (como los sindicatos) son algunos pasos que podrían cambiar el equilibrio de poder a favor de los menos pudientes».
Para contrarrestar la desigualdad en la influencia política, Mathisen recomienda reducir el nivel inicial de desigualdad económica, restringir cómo se puede usar el dinero para influir en las elecciones y fortalecer las fuerzas contrarias, como los sindicatos. Estas medidas podrían cambiar el balance de poder a favor de los menos privilegiados, ofreciendo un modelo para otros contextos donde la disminución de la desigualdad política representa un desafío mayor.
«Alcanzar resultados similares a los de Noruega en otros contextos podría resultar difícil y quizás más difícil precisamente allí donde las reformas son más necesarias, es decir, donde los ricos ya ejercen una influencia dominante”, escribe el autor. “Aun así, reducir el nivel inicial de desigualdad económica, restringir el uso del dinero para influir en las elecciones y reforzar las fuerzas compensatorias (como los sindicatos) son algunos pasos que podrían cambiar el equilibrio de poder a favor de los menos pudientes».